sábado, 8 de octubre de 2011

La Palabra y la Conciencia

“He oído voces, y no había nadie más conmigo.” (Bob Dylan)

Mi conciencia me escudriña y me regaña, a veces me mima, pero siempre alerta, me observa y critica. Las voces no vienen seguido, mi conciencia es más como un barullo interno en el que las palabras son susurradas a mi oído, un oído omnidireccional, pues la voz está en un eco envolvente.
Las palabras se atraviesan, perturban la realidad y la califican disminuyéndola, simplificándola. Pero nadie es realmente engañado, la palabra no lo cubre todo, no lo descubre todo, no lo atina a definir suficientemente. La palabra incorrecta estorba, incluso puede perdernos. Por eso, el buen poeta, el que también ha sido ensayista, escoge bien las palabras y se repite. No es casualidad que algunos poemas tengan varios versos dedicados a la misma idea, no es que el poeta se regodee en su creatividad, es que quiere abarcar un poco más de la realidad de los sentimientos que lo que unas pocas palabras nunca dirán. Y por ello, algunos poemas cortos, como los haikus, son tan bellos y tan penetrantes: nos dejan completar la idea con nuestra imaginación y corazón... maravilla de la palabra bien empleada, la brevedad.
Las voces internas no siempre coinciden conmigo en lo que quiero pensar. ¿Cómo puede ser esto? Es una paradoja. A veces son recurrentes, como una idea obsesiva, a veces son insistentes, como una terquedad rencorosa. Pero lo que sí es fácil de entender es que sólo con la meditación las puedo callar. El ejercicio, el trabajo, cocinar, asear, son labores que me ayudan a calmar el barullo, pero no lo acallan por completo. A veces, el sexo, el buen sexo amoroso, también puede acallar esa vocecita interna. ¿El erotismo no? Es el sexo amoroso, el erotismo sí pero en el acto sexual de entrega y aceptación plenas, que cambia un clamor desordenado e impetusoso, como las olas del mar, en un silencio digno de ser observado y apreciado, como el silencio de una noche estrellada en medio del desierto, un silencio que da paso a una sensibilidad que permite disfrutar plenamente la sensualidad del abrazo amoroso, la infinitud de la pareja convertida en unión, comunión perfecta.
A veces, el silencio en el acto del amor, nos hace sentir una comunión que de otra manera no sentimos. Al separarnos, la soledad regresa con su parloteo incesante.
Quiero un sexo amoroso, alegre, placentero que calle mis voces internas. Quiero una relación sexual que me lleve al éxtasis y me deje un rato largo allí...

(La imagen que adorna esta entrada corresponde a una pintura de Bourguereau titulada "Primer Beso")

La Conciencia y el Amor

 La Conciencia y el Amor  

(Ilustración: Estatua de Canovas: Eros y Psique)

   Fenómeno interesante y difícil de entender, el de la conciencia. Pareciera como si yo fuera dos personas o, a veces, más. Uno que piensa sobre lo que el otro está haciendo. Uno que piensa lo que el otro recuerda. ¿Quién recuerda a quién? ¿Cómo terminará el pasado? ¿Cuándo es ahora?


   Las relaciones humanas armoniosas y perfectas no existen; ni siquiera yo me entiendo lo suficiente para decir que tengo una relación armoniosa y perfecta conmigo.
   La cuestión del amor y el sexo, el erotismo, o el sexo con amor, se hace truculenta, difícil o fácil, simpática o sombría, alegre, desgraciada, agraciada, placentera o indiferente, dependiendo de que uno y otro se decidan a aceptar las limitaciones de la percepción y de la realidad, que actúen con la intención de agradar a la pareja o no. La conciencia de cada uno respecto de lo que hace, percibe y da, influye en la relación. Ni uno es el complemento perfecto del otro, ni uno recibe al otro en toda su esplendorosa belleza.
   Sin embargo, el erotismo es una ayuda, un acicate y una ventana que nos permite atisbar las posibilidades del placer, de la felicidad y del éxtasis.  Si el orgasmo nos lleva a un placer trascendente, el erotismo permanente nos lleva a una felicidad posible, más duradera que la felicidad fugaz del orgasmo.


   Involucrarse con otra persona es un acto de valentía, entre las acciones más valerosas que se pueden decidir, pero en plena conciencia es más difícil que fácil. Y, sin embargo, muchas personas, parcialmente conscientes, lo concedo, hacen eso, exactamente... deciden voluntariamente involucrarse con otras. Llevadas por el deseo, por la lujuria, por la búsqueda de una plenitud que no encuentran en su soledad, por el deseo de crear una familia, o por otra razón que me escapa, se acercan a otra persona, se enamoran de ella y le piden...  matrimonio... ¿por qué no pedirle su amistad? ¿no sería ya bastante?


   Educados en una sociedad que simplifica y homogeneiza los valores y las ideas, las emociones, la identidad de género, la pertenencia, el bien, o el mal, que trata de eliminar los tonos en un mundo colorido para dejarlo en blancos y negros, no vemos las relaciones de pareja como pueden ser, sino como la sociedad nos dice que deben ser. Más que un poco ya es demasiado, a menos que te cases. Ser “amigos con derechos” creo que es algo suficientemente importante y trascendente como para satisfacer a la mayoría y, sin embargo, parece que no es bastante... las instituciones sociales nos piden más, quieren que queramos y pidamos más. Quieren un juramento de exclusividad genital, de fidelidad a toda prueba, de amor eterno, de complementariedad absoluta. ¿Quién puede cumplir con semejante carga?  ¿Las santas, los iluminados?


   Te deseo un día con alegrías y destellos de claridad, con momentos de lucidez. Si estuviéramos juntos, me gustaría darte un abrazo cariñoso, dulce ¿y fundirme contigo en uno? Si te place. Pero estamos aquí dentro, en este mismo cuerpo, y ni tú ni yo podemos salir de él para encontrarnos plenamente en un abrazo y fundirnos como dos nubes que chocan y se hacen una... Me conformo con un abrazo de corazón a corazón 

Bienvenida

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