sábado, 3 de octubre de 2015

Diferencias Sexuales 2



        Diferencias 
sexuales 
entre hombres y mujeres 

Segunda Parte 

Como apuntamos en la entrada anterior, existen marcadas diferencias sexuales entre las mujeres y los hombres. Las diferencias obvias, las anatómicas, son producto de un proceso de diferenciación que inicia en el desarrollo embrionario. Al momento de la gestación el embrión, el óvulo fecundado propiamente dicho, es neutro y totipotencial. A las cinco semanas de gestación se inicia la diferenciación sexual que no culmina sino hasta bien avanzada la adolescencia, pero las estructuras sexuales determinantes del sexo, es decir, la vulva, el clítoris, la vagina y el útero en las hembras, y el pene, el escroto y los testículos en los machos, ya son distinguibles al momento del nacimiento.  
Durante la adolescencia se recobra el proceso diferenciador que permaneció casi dormido durante la infancia y las mujeres desarrollan el busto y las glándulas mamarias, se les ensanchan las caderas, en tanto que a los varones, un poco más tarde que a ellas, les ocurre un aumento de masa muscular, el desarrollo de la “manzana de Adán” que les hace la voz más grave y les aparece el vello facial: bigote y barba. En ambos géneros aumentan las secreciones sebáceas y el crecimiento de vello en axilas y pubis, por fin maduran los órganos sexuales. Según la raza, también hay mayor producción de vello en otras partes del cuerpo, especialmente los brazos y las piernas, en los varones más que en las hembras, y en algunos de ellos se cubren de vello los hombros y la espalda. 
  

 Roger Federer y su novia en la playa 

  

   Pero, durante toda la infancia ocurre otro proceso diferenciador paralelo que depende del entorno social, la familia, los amigos, las instituciones como la escuela, las personalidades y los personajes de leyenda: la cuestión del género. A las niñas se les educa y se les inculcan valores y actitudes distintas a las de los niños. Niñas y niños, observando a sus mayores, se identifican con el género que les ha sido asignado, generalmente al momento del nacimiento. Para la gran mayoría, esta asignación y su aceptación no son un problema mayor. Aunque hay cosas que no nos gustan, las vemos como inevitables: así somos, así nos tocó jugar; los hombres no lloran, las mujeres se casan y tienen hijos. El asunto de la asignación y sus implicaciones lo veremos en otra entrada. Manuel Algara ha desarrollado este tema en “Cosmovisión Sexual”. Lo que es claro: el proceso diferenciador que nos hace hombres o mujeres tiene un componente psicosocial muy importante. Como dijera Simone De Beauvoir, el eterno femenino no existe, ser mujer se aprende. Desde el lenguaje hasta la forma en que funciona la sociedad, el hombre es el referente, la mujer es otra cosa, por eso, la filósofa francesa tituló su libro famoso “El Segundo Sexo” (Le Deuxième Sexe).   

Debido a esta educación diferenciadora, las niñas y los niños desarrollan perspectivas muy distintas de la sexualidad.  Para cuando termina la adolescencia y llega la madurez sexual, desde la perspectiva médica y biológica, aun sin haber tenido experiencias sexuales las personas ya tienen una visión del sexo bastante personal y distintivamente segregada de acuerdo a su género. Y el sexo, de repente, adquiere interés; nos impele el mandato biológico: reproducirse.  
  
¿Qué nos excita? Para los hombres esto parece ser claro: la belleza, la apariencia de fertilidad y juventud ... En cambio se dice que a las mujeres les excitan otras cosas como el estatus, algo bastante abstracto y no muy fácil de definir. 

Aparte de la estatura del varón, un parámetro físico concreto y fácil de observar ¿Qué excita a las mujeres? Parece que ni siquiera ellas lo saben con certeza. En un estudio sobre el tema realizado por la investigadora Meredith Chivers y colaboradores de la Universidad de Northwestern, se le preguntó a los voluntarios, tanto hombres como mujeres, tanto heterosexuales como homosexuales, sobre su nivel de excitación sexual, y también midieron su nivel de excitación fisiológica mediante unos dispositivos conectados a sus genitales mientras les mostraban videos con escenas románticas, escenas de sexo entre parejas de hombre-mujer, mujer-mujer, hombre-hombre y escenas variadas con otros motivos, e incluso escenas de sexo entre animales.  Para los hombres, los resultados eran predecibles: Los hombres heterosexuales dijeron que estaban más encendidos por las representaciones de sexo masculino-femenino y sexo mujer-mujer, y los dispositivos de medición respaldaban sus declaraciones; declaraban que les excitaban mucho más las representaciones de sexo entre personas que sexo entre animales, y la respuesta fisiológica concordaba. La coherencia también ocurría entre los hombres homosexuales quienes dijeron que les encendían las relaciones sexuales entre hombres, y de nuevo los dispositivos de medición respaldaban sus declaraciones. Para las mujeres, los resultados fueron más variados y sorprendentes. Las mujeres heterosexuales, por ejemplo, dijeron que estaban más encendidas por sexo hombre-mujer y que los otros videos casi no las excitaban. Pero genitalmente mostraron aproximadamente la misma reacción a los videos de sexo con personas ya fueran hombre-mujer, hombre-hombre o mujer-mujer; y sí se excitaban, fisiológicamente, aunque bastante menos, con los videos de animales teniendo sexo, a pesar que ellas decían que no les excitaban en absoluto. La respuesta sexual femenina es más fluida y menos directa que la de los hombres, pero su consciencia de su excitación sexual es bastante menor. 

En una revisión sobre la literatura en este tema por los investigadores de la Universidad de Northwestern encontraron lo siguiente: a) Las actitudes de las mujeres hacia y su disposición a realizar diversas prácticas sexuales tienen más probabilidades de cambiar con el tiempo que las de los hombres. Estos suelen abrir un poco su abanico de conductas y actitudes muy temprano en su vida sexual y mantenerlo sin cambio en el tiempo. b) Las mujeres que asisten regularmente a la iglesia son menos propensas a tener actitudes permisivas sobre el sexo. Los hombres no muestran esta conexión entre la asistencia a la iglesia y las actitudes sexuales. c) Las mujeres están más influenciadas por las actitudes de su grupo de pares en sus decisiones sobre el sexo. d) Las mujeres con niveles de educación superior eran más propensas a haber realizado una variedad más amplia de prácticas sexuales, como el sexo oral, por ejemplo, que las mujeres con menos educación; esta hace menos diferencia entre los hombres. e) Las mujeres eran más propensas que los hombres para mostrar inconsistencia entre los valores expresados sobre las actividades sexuales como el sexo prematrimonial y su comportamiento en la vida real.   


El Pensamiento Romántico 

Parte de la educación consiste en transmitir los valores y las ideas de una generación a la siguiente. Generación tras generación se siguen contando los cuentos de La Cenicienta, Juan sin miedo, Blancanieves y los siete enanos, Pedro y el lobo, etcétera. Y se añaden cuentos nuevos con héroes y heroínas dibujados a imagen y semejanza de los anteriores. ¿Influyen la educación y los cuentos en nuestra forma de ver la sexualidad, es al revés o es algo más complejo, dialéctico? 

La sexóloga y psicoterapeuta Esther Perel dice que las mujeres se excitan más por lo que pasa entre sus orejas que lo que pasa entre sus piernas. Aparentemente, para las mujeres existe la necesidad de una trama; las mujeres, en general, requieren un contexto y un ambiente precedente al sexo que les ayude a excitarse. Perel añade: el sexo para la mujer es más contextual, tiene un entramado emocional más complejo, hay más componentes subjetivos que para los hombres. Eso no significa que los hombres no buscan la intimidad, el amor y la conexión en una relación, al igual que las mujeres. Lo que sucede es otra cosa: ellos  interpretan el papel del sexo de manera diferente. En general, las mujeres quieren hablar primero, conectarse primero y luego tener sexo, explica Perel.  
Para los hombres, en general, el sexo en sí mismo es la conexión. El sexo para el hombre es el lenguaje que utiliza para expresar su cariño y su lado vulnerable, su desnudez lo hace vulnerable ante su pareja y es el contexto suficiente, el sexo es el idioma de su intimidad. 

Hasta donde se puede saber de este tipo de estudios, los hombres suelen pensar en sexo con mayor frecuencia que las mujeres. La mayoría de los hombres adultos menores de 60 años piensa en el sexo al menos una vez al día, informa Eduard O. Laumann, de la Universidad de Chicago.  Sólo alrededor de una cuarta parte de las mujeres dicen que piensan en sexo con esa frecuencia. Conforme los hombres y las mujeres envejecen, cada uno fantasea menos, pero los hombres todavía fantasean sobre sexo con el doble de frecuencia.  Otra vez debemos tomar con precaución estos datos dado que sabemos que la forma en que se expresan las mujeres depende mucho del contexto. Sin embargo, los resultados parecen consistentes.

En un estudio comparativo basado en encuestas sobre los impulsos sexuales masculino y femenino, Roy Baumeister, un psicólogo social de la Universidad Estatal de Florida, encontró que los hombres informaron sobre excitación sexual espontánea y tuvieron fantasías más frecuentes y variadas. Los hombres también buscan el sexo más ávidamente. La mayoría de los hombres quieren sexo "con más frecuencia que las mujeres en el inicio de una relación, en medio de ella, y después de muchos años en ella," concluye Baumeister después de revisar encuestas de hombres y mujeres. Esto no es sólo el caso de los heterosexuales, dice; los hombres homosexuales también tienen relaciones sexuales con más frecuencia que las lesbianas en todas las etapas de la relación. Los hombres también dicen que quieren más parejas sexuales en su vida, y están más interesados en el sexo casual.

Pero las diferencias anatómicas y fisiológicas también influyen en nuestra sexualidad de otras formas, profundas y sorprendentes para la mayoría de la gente.  Seguiremos tratando este tema en entradas futuras. 
   Un abrazo de corazón a corazón 

jueves, 1 de octubre de 2015

Diferencias Sexuales 1

Diferencias Sexuales 
entre 
Hombres y Mujeres 

- Primera Parte


Por: Manuel Algara  


En los trabajos pioneros de William Masters y Virginia Johnson sobre la sexualidad humana, allá por los años 1960s y 1970s, encontraron que la respuesta sexual funcionaba igual para hombres y mujeres. Toda la gente seguía las cuatro etapas de la respuesta sexual: excitación, meseta, orgasmo y resolución. Trabajos más recientes y detallados han demostrado que los hombres y las mujeres difieren bastante en la naturaleza de su sexualidad; el patrón de la respuesta fisiológica normal es cierto para la mayoría, pero hay mucho más. En comparación con las mujeres, por ejemplo, los hombres se masturban más, usan más la pornografía, son más reactivos a las señales visuales, y experimentan el deseo sexual de manera más espontánea y con mayor claridad para ellos.  Las mujeres, por otro lado, son menos propensas a excitarse sexualmente de forma espontánea y su deseo sexual es mucho más reactivo a las circunstancias que la rodean, al menos en la parte de su consciencia de él. De esta manera, la ciencia apoya el cliché de que a las mujeres les gusta ser invitadas a cenar y gozar del buen comer y beber y a los hombres les agrada que sus parejas se arreglen y vistan ropa “sexy”. Por otro lado, parece ser que cuando las mujeres gozan, disfrutan y reaccionan positivamente al sexo pueden sentir mucho más placer que los hombres. Claro que la cuestión de sentir es subjetiva, pero, si lo que sabemos sobre anatomía, fisiología y neurología se puede usar para comparar a las mujeres y los hombres, seguramente ellas tienen la posibilidad de disfrutar mucho más del sexo que ellos. 

 
   William Masters y Virginia Johnson 

   Estudios antiguos y recientes afirman lo que todos creemos que es “normal” en los hombres: una sexualidad más abierta y deshinibida o, como dicen algunas mujeres: que ellos “son unos animales”: que se atreven a realizar cualquier locura con tal de llevarse a una mujer a la cama, que son mucho más osados que las mujeres en cuestiones sexuales, que se excitan sexualmente con demasiada facilidad, que se permiten conductas que no son socialmente recomendables, que se masturban muy seguido... a esto se añade recientemente que se han vuelto adictos a la pornografía en línea... claro que no todos son iguales ni todos se comportan así.  Pero, ¿es que las mujeres no son animales? 

   Algunos investigadores intuían que mucho de las diferencias observadas se debía a una influencia social diferenciada por género.  Desde la llegada del feminismo y la “Revolución Sexual” los estudios en sexualidad humana, en especial de finales de los años 1970's y hacia el presente, parecen indicar que las diferencias no siempre son tan pronunciadas. Estos estudios más recientes suelen tener implicaciones profundas: sí hay diferencias sexuales entre los hombres y las mujeres, con bases biológicas, pero no suelen ser como la gente creía, además de que hay sutiles pero importantes implicaciones de la influencia social y el género que no siempre son lo que parecen.  
  


Respuesta Sexual 
Femenina y Masculina 

   Un estudio reciente realizado por Terri Fisher, investigadora de la Universidad Estatal de Ohio, nos muestra la importancia del componente psicológico; ha hecho patente que las mujeres se parecen más a los hombres de lo que ellas nos hacen creer, o lo que ellas admiten públicamente. A una muestra representativa de jóvenes se le dividió en tres grupos de mujeres y tres grupos de hombres, voluntarios, todos ellos estudiantes de la universidad, y se les pidió que contestaran un cuestionario. Los tres grupos eran idénticos, hasta donde podían distinguir los investigadores, en cuanto a sus sujetos, y la forma en que se les trataba y recibían el cuestionario era igual, pero las circunstancias al recibirlo y para contestarlo variaban sin que los estudiantes lo supieran; en eso consistía el experimento: ver qué importancia tenían el ambiente y la percepción de este. El cuestionario fue entregado a cada grupo por separado. 

   Los grupos del experimento, ya mezclados hombres y mujeres, eran tres: les voy a llamar el grupo “control”, el grupo de “confidencialidad” y el grupo de “los chapuceros”.   


   A los estudiantes del grupo “control”, se les daba el cuestionario y se les decía que lo debían entregar a un estudiante que estaría afuera del salón esperándoles, que dicho estudiante llevaría los cuestionarios al cubículo de la investigadora porque ella tenía que dar una conferencia en otro lugar. 

   Al grupo de “confidencialidad” de hombres y mujeres se les decía que sus respuestas no serían leídas por nadie excepto por la investigadora, y se les pedía que contestaran con toda honradez; que debían meter los cuestionarios contestados en el buzón al frente del salón al terminar. 

   Al grupo de los “chapuceros” se les ponía un polígrafo falso pero con apariencia de ser un aparato en toda regla y se les decía que debían contestar con honradez; igual que en el anterior no se les hacía dudar que los cuestionarios llegarían a la investigadora directamente y que sólo ella los vería pues debían depositarlos en el buzón. 

   Para abreviar y por cuestiones de control, el cuestionario tenía poco más de una docena de preguntas, la mayoría de ellas sencillas e inócuas, pero incluia unas pocas preguntas sexuales: con qué frecuencia se masturbaban, si veían películas porno y con qué regularidad hacían esas cosas. 
   En el grupo “control”, las respuestas de las mujeres a las preguntas con carga sexual diferían notablemente de las de los hombres. Pero en los grupos de confidencialidad y de chapuceros las respuestas eran mucho más parecidas, especialmente en este último. La Dra Fisher interpreta las diferencias como que la respuesta femenina al ambiente es más acusada que la de los hombres y por ello, ante la posibilidad de que el estudiante leyera sus respuestas, contestaban de la manera en que se espera que se comporten las mujeres, pero en los grupos en los que la confidencialidad estaba asegurada fueron más abiertas. ¿Por qué responden diferente las del grupo de confidencialidad, quizás con mayor veracidad? Porque la fuerza del ser femenino es importante. Dado que en el grupo de los “chapuceros” se suponía que la investigadora podría detectar las mentiras, las respuestas fueron más auténticas, más veraces, según Terri Fisher, por ello es que las respuestas de este grupo son incluso más similares entre los hombres y las mujeres y ella cree que son más auténticas. 

Sin embargo, no deja de ser verdad lo que nos dice sobre sexualidad y género: los hombres son más directos, su sexualidad es más sencilla, lo que les gusta y les excita suelen ser lo mismo y no tienen empacho en admitirlo. Las mujeres son, en cambio, muy sensibles al contexto.

Estudio tras estudio queda claro que los impulsos sexuales de los hombres no sólo son más fuertes que los de las mujeres, sino que también mucho más sencillos. Las fuentes de la libido de las mujeres, por el contrario, son mucho más difíciles de precisar. Es creencia común que las mujeres le dan más valor a la conexión emocional como una chispa de deseo sexual. Pero las mujeres también parecen estar fuertemente influenciadas por factores sociales y culturales, como demuestra el estudio de T. Fisher: El deseo sexual en las mujeres es más sensible al medio ambiente y al contexto.  Esto tiene otra implicación muy importante: las mujeres son, sin duda alguna, más sociales que los hombres, estos son más individualistas. ¿No está suficientemente claro? Debería.  

En la próxima entrada abundaré sobre esta cuestión interesante de las diferencias sexuales. 

Me despido con un abrazo de corazón a corazón