Diferencias
sexuales
entre hombres y mujeres
Segunda Parte
Como apuntamos en la entrada anterior, existen marcadas diferencias sexuales entre las mujeres y los hombres. Las diferencias obvias, las anatómicas, son producto de un proceso de diferenciación que inicia en el desarrollo embrionario. Al momento de la gestación el embrión, el óvulo fecundado propiamente dicho, es neutro y totipotencial. A las cinco semanas de gestación se inicia la diferenciación sexual que no culmina sino hasta bien avanzada la adolescencia, pero las estructuras sexuales determinantes del sexo, es decir, la vulva, el clítoris, la vagina y el útero en las hembras, y el pene, el escroto y los testículos en los machos, ya son distinguibles al momento del nacimiento.
Durante la adolescencia se recobra el proceso diferenciador que permaneció casi dormido durante la infancia y las mujeres desarrollan el busto y las glándulas mamarias, se les ensanchan las caderas, en tanto que a los varones, un poco más tarde que a ellas, les ocurre un aumento de masa muscular, el desarrollo de la “manzana de Adán” que les hace la voz más grave y les aparece el vello facial: bigote y barba. En ambos géneros aumentan las secreciones sebáceas y el crecimiento de vello en axilas y pubis, por fin maduran los órganos sexuales. Según la raza, también hay mayor producción de vello en otras partes del cuerpo, especialmente los brazos y las piernas, en los varones más que en las hembras, y en algunos de ellos se cubren de vello los hombros y la espalda.
Roger Federer y su novia en la playa
Pero, durante toda la infancia ocurre otro proceso diferenciador paralelo que depende del entorno social, la familia, los amigos, las instituciones como la escuela, las personalidades y los personajes de leyenda: la cuestión del género. A las niñas se les educa y se les inculcan valores y actitudes distintas a las de los niños. Niñas y niños, observando a sus mayores, se identifican con el género que les ha sido asignado, generalmente al momento del nacimiento. Para la gran mayoría, esta asignación y su aceptación no son un problema mayor. Aunque hay cosas que no nos gustan, las vemos como inevitables: así somos, así nos tocó jugar; los hombres no lloran, las mujeres se casan y tienen hijos. El asunto de la asignación y sus implicaciones lo veremos en otra entrada. Manuel Algara ha desarrollado este tema en “Cosmovisión Sexual”. Lo que es claro: el proceso diferenciador que nos hace hombres o mujeres tiene un componente psicosocial muy importante. Como dijera Simone De Beauvoir, el eterno femenino no existe, ser mujer se aprende. Desde el lenguaje hasta la forma en que funciona la sociedad, el hombre es el referente, la mujer es otra cosa, por eso, la filósofa francesa tituló su libro famoso “El Segundo Sexo” (Le Deuxième Sexe).
Debido a esta educación diferenciadora, las niñas y los niños desarrollan perspectivas muy distintas de la sexualidad. Para cuando termina la adolescencia y llega la madurez sexual, desde la perspectiva médica y biológica, aun sin haber tenido experiencias sexuales las personas ya tienen una visión del sexo bastante personal y distintivamente segregada de acuerdo a su género. Y el sexo, de repente, adquiere interés; nos impele el mandato biológico: reproducirse.
¿Qué nos excita? Para los hombres esto parece ser claro: la belleza, la apariencia de fertilidad y juventud ... En cambio se dice que a las mujeres les excitan otras cosas como el estatus, algo bastante abstracto y no muy fácil de definir.
Aparte de la estatura del varón, un parámetro físico concreto y fácil de observar ¿Qué excita a las mujeres? Parece que ni siquiera ellas lo saben con certeza. En un estudio sobre el tema realizado por la investigadora Meredith Chivers y colaboradores de la Universidad de Northwestern, se le preguntó a los voluntarios, tanto hombres como mujeres, tanto heterosexuales como homosexuales, sobre su nivel de excitación sexual, y también midieron su nivel de excitación fisiológica mediante unos dispositivos conectados a sus genitales mientras les mostraban videos con escenas románticas, escenas de sexo entre parejas de hombre-mujer, mujer-mujer, hombre-hombre y escenas variadas con otros motivos, e incluso escenas de sexo entre animales. Para los hombres, los resultados eran predecibles: Los hombres heterosexuales dijeron que estaban más encendidos por las representaciones de sexo masculino-femenino y sexo mujer-mujer, y los dispositivos de medición respaldaban sus declaraciones; declaraban que les excitaban mucho más las representaciones de sexo entre personas que sexo entre animales, y la respuesta fisiológica concordaba. La coherencia también ocurría entre los hombres homosexuales quienes dijeron que les encendían las relaciones sexuales entre hombres, y de nuevo los dispositivos de medición respaldaban sus declaraciones. Para las mujeres, los resultados fueron más variados y sorprendentes. Las mujeres heterosexuales, por ejemplo, dijeron que estaban más encendidas por sexo hombre-mujer y que los otros videos casi no las excitaban. Pero genitalmente mostraron aproximadamente la misma reacción a los videos de sexo con personas ya fueran hombre-mujer, hombre-hombre o mujer-mujer; y sí se excitaban, fisiológicamente, aunque bastante menos, con los videos de animales teniendo sexo, a pesar que ellas decían que no les excitaban en absoluto. La respuesta sexual femenina es más fluida y menos directa que la de los hombres, pero su consciencia de su excitación sexual es bastante menor.
En una revisión sobre la literatura en este tema por los investigadores de la Universidad de Northwestern encontraron lo siguiente: a) Las actitudes de las mujeres hacia y su disposición a realizar diversas prácticas sexuales tienen más probabilidades de cambiar con el tiempo que las de los hombres. Estos suelen abrir un poco su abanico de conductas y actitudes muy temprano en su vida sexual y mantenerlo sin cambio en el tiempo. b) Las mujeres que asisten regularmente a la iglesia son menos propensas a tener actitudes permisivas sobre el sexo. Los hombres no muestran esta conexión entre la asistencia a la iglesia y las actitudes sexuales. c) Las mujeres están más influenciadas por las actitudes de su grupo de pares en sus decisiones sobre el sexo. d) Las mujeres con niveles de educación superior eran más propensas a haber realizado una variedad más amplia de prácticas sexuales, como el sexo oral, por ejemplo, que las mujeres con menos educación; esta hace menos diferencia entre los hombres. e) Las mujeres eran más propensas que los hombres para mostrar inconsistencia entre los valores expresados sobre las actividades sexuales como el sexo prematrimonial y su comportamiento en la vida real.
El Pensamiento Romántico
Parte de la educación consiste en transmitir los valores y las ideas de una generación a la siguiente. Generación tras generación se siguen contando los cuentos de La Cenicienta, Juan sin miedo, Blancanieves y los siete enanos, Pedro y el lobo, etcétera. Y se añaden cuentos nuevos con héroes y heroínas dibujados a imagen y semejanza de los anteriores. ¿Influyen la educación y los cuentos en nuestra forma de ver la sexualidad, es al revés o es algo más complejo, dialéctico?
La sexóloga y psicoterapeuta Esther Perel dice que las mujeres se excitan más por lo que pasa entre sus orejas que lo que pasa entre sus piernas. Aparentemente, para las mujeres existe la necesidad de una trama; las mujeres, en general, requieren un contexto y un ambiente precedente al sexo que les ayude a excitarse. Perel añade: el sexo para la mujer es más contextual, tiene un entramado emocional más complejo, hay más componentes subjetivos que para los hombres. Eso no significa que los hombres no buscan la intimidad, el amor y la conexión en una relación, al igual que las mujeres. Lo que sucede es otra cosa: ellos interpretan el papel del sexo de manera diferente. En general, las mujeres quieren hablar primero, conectarse primero y luego tener sexo, explica Perel.
Para los hombres, en general, el sexo en sí mismo es la conexión. El sexo para el hombre es el lenguaje que utiliza para expresar su cariño y su lado vulnerable, su desnudez lo hace vulnerable ante su pareja y es el contexto suficiente, el sexo es el idioma de su intimidad.
Hasta donde se puede saber de este tipo de estudios, los hombres suelen pensar en sexo con mayor frecuencia que las mujeres. La mayoría de los hombres adultos menores de 60 años piensa en el sexo al menos una vez al día, informa Eduard O. Laumann, de la Universidad de Chicago. Sólo alrededor de una cuarta parte de las mujeres dicen que piensan en sexo con esa frecuencia. Conforme los hombres y las mujeres envejecen, cada uno fantasea menos, pero los hombres todavía fantasean sobre sexo con el doble de frecuencia. Otra vez debemos tomar con precaución estos datos dado que sabemos que la forma en que se expresan las mujeres depende mucho del contexto. Sin embargo, los resultados parecen consistentes.
En un estudio comparativo basado en encuestas sobre los impulsos sexuales masculino y femenino, Roy Baumeister, un psicólogo social de la Universidad Estatal de Florida, encontró que los hombres informaron sobre excitación sexual espontánea y tuvieron fantasías más frecuentes y variadas. Los hombres también buscan el sexo más ávidamente. La mayoría de los hombres quieren sexo "con más frecuencia que las mujeres en el inicio de una relación, en medio de ella, y después de muchos años en ella," concluye Baumeister después de revisar encuestas de hombres y mujeres. Esto no es sólo el caso de los heterosexuales, dice; los hombres homosexuales también tienen relaciones sexuales con más frecuencia que las lesbianas en todas las etapas de la relación. Los hombres también dicen que quieren más parejas sexuales en su vida, y están más interesados en el sexo casual.
Pero las diferencias anatómicas y fisiológicas también influyen en nuestra sexualidad de otras formas, profundas y sorprendentes para la mayoría de la gente. Seguiremos tratando este tema en entradas futuras.
Un abrazo de corazón a corazón