viernes, 28 de octubre de 2011

Del bien y del mal en la Sexualidad

 Moral y ética de la sexualidad 

   En la tradición judeo-cristiana que domina nuestra herencia occidental, Satán es la personificación del mal. Originalmente, “shaitán”, palabra de origen árabe que significa “el acusador”, era un ángel que acusaba a Dios de haber hecho algo indebido al poner en tentación a Adán y Eva.  
La aparición del diablo en el Edén puede interpretarse de muchas formas. El árbol de la sabiduría tenía una fruta, la de el conocimiento,  que Adán y Eva no debían probar, pues perderían su inocencia, a lo que Dios se oponía. El escenario es peculiar. El Edén, un jardín maravilloso que tiene todo para el disfrute de Adán y Eva, quienes no tienen que preocuparse, todas sus necesidades están cubiertas, ha sido creado por Dios para ellos, para su disfrute. La serpiente del Edén, también puesta allí por Dios, sin duda alguna, tienta a  Adán y Eva para que la prueben.  ¿Es una trampa de Dios? (Que la fruta del  árbol de la sabiduría sea representada como una manzana, es otro asunto de interés para antropólogos y especialistas en cuestiones culinarias)


En el Antiguo Testamento, a Satán se le personifica como una especie de abogado, quien argumenta sobre los pecados del hombre a Dios. 
 
 

Pero el Nuevo Testamento pone a Satán como “la encarnación del Mal”.  Este cambio, esta transmutación del personaje central que se opone a Dios, es interesante, informa de una evolución de la percepción ética de la vida, más extremista, más maniquea si se quiere.  En el libro de “Las Revelaciones”, Satán es un arcángel caído, un demonio superior y malvado, que condena a los pecadores al fuego eterno. 


La concepción del universo judeo-cristiana es compleja y contradictoria, como en casi todas las religiones, pero en su forma más moderna y extrema algo sí es claro: el bien y el mal están separados, no son partes de lo mismo sino entes opuestos.  

Otra de las cuestiones que permea la  tradición judeo-cristiana es el concepto del pecado. En la tradición de la iglesia católica apostólica romana, desde el “pecado original” y los pecados capitales hasta los pecadillos menores, toda la conducta humana está calificada. Lo que no está bien, lo que no sirve para alabar a Dios, es pecado.  Desgraciadamente, al hacer del matrimonio un sacramento, convirtieron al acto de amar a la pareja en un acto que puede ser juzgado como bueno o como pecado, dependiendo de si se hace con el cónyuge después del sacramento, o si se hace con una persona con quien no se ha celebrado el sacramento.   Esto es muy importante, es una de las pocas conductas, si no es que la única, que se convierte en pecado según las circunstancias, ya que no es una conducta pecaminosa per se.  Pero como el deseo sexual aparece temprano en la vida de las personas, mucho antes de que termine el desarrollo de la personalidad y se adquiera la madurez intelectual y emocional necesarias para adquirir el compromiso del matrimonio, es un deseo que se califica como pecado de inicio. Esta es una de las principales causas de desajuste emocional. En casi todas las demás conductas, deseos y pasiones, con la moderación basta. En el caso de la sexualidad, sólo la abstinencia es considerada virtuosa... por la Iglesia y sus protectores.   


   

martes, 25 de octubre de 2011

El Amor de Pareja

El Amor

“Para encender la llama del amor, sólo se necesita que se encuentren dos personas, para apagarla sólo se necesita que sople fuerte una de ellas”.
(Anónimo; si alguien puede reclamar la autoría de este maravilloso refrán, que se comunique con nosotros; si tú sabes quién lo dijo o escribió por vez primera, te agradeceremos que nos des la información)



(Adonis despierta con el beso de Afrodita, de John W. Waterhouse) 


   El amor verdadero es algo diferente al entusiasmo de un encuentro venturoso con alguien con quien “tenemos química”, por poderosa que esta sea. El amor es como un tapiz que se va haciendo en un telar de cintura. La urdimbre se construye poco a poco, con cuidado, con cariño, con paciencia. El diseño puede estar en la cabeza del artesano, o en un papel que mira, pero seguirlo requiere de atención concentrada. Las horas que pasa la tejedora en el telar no son en vano, son las que requiere la obra que se ha propuesto. Cuando termina, todo el arte, todo el colorido y la originalidad del diseño se ven reflejados en un pedazo de material que parece un objeto bidimensional bastante simple, pero no lo es. Hacer el amor es igual. Se trate de un tapiz mediano, una bufanda, o una alfombra persa, no se logran en un par de minutos y sin pensar. Esta es una distinción importante, lo que podríamos llamar sexo recreativo, por un lado, equivale a eso que se podría hacer en un par de minutos y sin mucho pensar, y el sexo amoroso entre dos personas que se quieren de verdad, por el otro, equiparables a un tapiz o a una alfombra.


Hay distintos tipos de amores. Los hay interesados, y desinteresados, los hay igualitarios en base de reciprocidad espontánea, los hay de tipo generacional, los hay fraternos. En fin, el amor tiene casi tantas formas como parejas pueda uno imaginarse, pero no todas las parejas que van juntas se aman. También hay amores multitudinarios, aunque son raros.



Aristóteles dijo que el amor verdadero era el que se basa en la virtud, y no en la utilidad; la amistad merece ese nombre, amor de amigos. Una pareja que parece un club de admiradores de dos miembros, cada uno admirador del otro, eso es una pareja amorosa, sea de amantes o de amigos, pero si son amantes entre estos admiradores también hay un deseo de comunión y de procurar placer al otro. Al mismo tiempo el amor de amantes es una relación en la que ellos se dan para recibir y reciben para dar, pues saben que el ciclo del amor es virtuoso. (Es sobre esta premisa que el líder de La Fundación ERIN desarrolló “El Canon del Amor Virtuoso”)