jueves, 14 de marzo de 2013

El Amor y el Deseo (Parte 2)


 Las Etapas del Amor y del Deseo 


 Por: Manuel Algara  .  

   El deseo de la otra persona, de la persona amada, es inmisericorde, es permanente, es insidioso. La etapa del enamoramiento lo expresa de múltiples formas. Si tenemos suerte nos enamoramos  varias veces,  aprendemos a explorar las complejidades de las relaciones con la persona amada, las formas de dar y recibir amor.  

         

 
    Podría decir, parafraseando a Antonio Machado, del enamoramiento primerizo: 

        En la soledad de mi cama 
        he disfrutado compatibilidades perfectas, 
        amores de pasión sublime, 
        que no eran verdad. 

   Pero no siempre aprendemos a amar.  
  Pasada la etapa de enamoramiento, los deseos se complican y se multiplican. Luego viene el deseo de compartir el placer con ella, con esa persona que nosotros hemos hecho especial entre todas las demás. Es decir, no es que lo sea ni que no lo sea, sino que lo es sólo para nosotros; la persona amada es especial sólo para el amante. 
   Después, viene el deseo de darle felicidad y, de ser posible, que nos de felicidad a nosotros. Es el juego del amor, una mezcla de egoísmo y generosidad que se traduce en algunas de las conductas más sobresalientes de los humanos. 

   Cuando se ha pasado esa primera etapa y se entra en una de amor maduro, de aquel que no se quiebra a la primera torsión de la realidad, entonces podemos decir algo como lo que escribiera Walt Whitman: 
   
        Amante divino y compañero perfecto, 
        que esperáis contento, invisible pero presente, 
        Sed vos mi dios. 
        Vos, vos, el hombre ideal, 
        Justo, capaz, bello, feliz y amoroso, 
        Completo en cuerpo, dilatado en espíritu, 
        Sed vos mi dios.   

   Aquí se ve realizada la esperanza de encontrar un alma perfecta qué amar. Y en la reciprocidad de un amor correspondido, lo mismo podría decirse en sentido contrario, ser esa alma perfecta que es adorada como un dios por nuestro amante.  Y es algo que no tiene tiempo ni lugar, es permanente, es constante, es perfecto; que da alegría y es feliz y amoroso, que no está, es invisible, pero es presente, le invocamos y le pedimos dejarse adorar, esa pareja que es completa en cuerpo, no le falta nada, y es generosa, dilatada en espíritu.  Le pedimos ser lo que no es, un dios o una diosa, porque el amor que le tenemos nos parece así de grande, digno de dioses.